Nelly Gallardo
Salí
de vacaciones y fui a parar a Brujas, Bélgica, un lugar de mucha
historia. Cuando llegué me hospedé en el hotel ”El Tinieblas”.
Me asignaron la habitación 666. Cansado, sin más ni más aventé
mi maleta y aún vestido me tiré a la cama.
No
sé si me dormí ni qué tiempo pasó, pero de pronto tuve la
sensación de no estar solo.
Abrí
los ojos y me sobresalté. Vi una sombra que se acercaba a mí. Me
paré como un bólido y la sombra lentamente se fue acercando y me
decía sin palabras, sólo con su mirada penetrante: no temas, soy un
ser fantasmagórico, te llevaré al otro mundo. “¡Ay!”, grité
con fuerza “¡Déjame!, ¡déjame!”, pero la malvada me tomó del
cuello tan fuerte que en el intento de zafarme me golpeé la cabeza
y perdí el conocimiento.
Cuando
desperté estaba solo. ¿Cuántas horas pasarían? No lo sé ni
quiero saberlo. Salí de la habitación. Me encontré con el botones.
Le comenté lo sucedido. Él me dijo, riéndose con sarcasmo, que me
asignaron la habitación embrujada, que allí se suponía que había
ocurrido un asesinato, aunque no se había encontrado el cadáver.
No lo dejé hablar más, regresé a la habitación pensando que si no
habían encontrado el cadáver debía estar ahí mismo, que de ahí
el número del cuarto, pues ese número representa lo siniestro. “La
sombra ha de ser de la víctima”, pensé.
Pasé
el día en la habitación cavilando qué podía hacer. Buscar, me
dije. Pero ¿dónde? Tendría que empezar a buscar por el clóset.
Aunque no, no, eso era demasiado obvio. Entonces ¿dónde? Tengo que
encontrar la evidencia, un crimen no puede quedar impune.
Me
desesperé. Como pude le quité una pata a la cama. Empecé a golpear
todo y... ¿Qué creen?: de nuevo el fantasma. Tuve una lucha intensa
con él, pero poco apoco se desvaneció. Oscurecía. Con el oído
atento y mi frente perlada de sudor estaba pendiente de cualquier
suceso. De pronto oí un lamento y escuché claramente una voz
femenina que pronunciaba: “Cástulo, Cástulo, tira la pared del
oriente”. Me sorprendió muchísimo escuchar mi nombre. “¿Quién
me llama?”, pregunté angustiado. Y volví a escuchar la voz:
“Cástulo, tira la pared del oriente”. No esperé más, agarré
la pata de la cama, a la que ya le había sacado punta con una navaja
y empecé con todas mis fuerzas a golpear la pared indicada. Tenía
que apurarme porque presentía que al amanecer sería demasiado
tarde, tanto para la inmolada como para mí. Ya casi lograba
derribar la pared cuando oí que tocaban la puerta. “¿Quién es?”
No contestaron. Volví a preguntar, pero ya soltando la herramienta
provisional, acercándome a la puerta para abrir. Era el botones, el
que me dijo lo del asesinato. Ahora no era sarcástico, su mirada era
de desaprobación y de su boca salió un sonido hueco apenas audible.
Pero descifré que me decía: “Estás haciendo mucho ruido. Además,
deja en paz a los espíritus”. ¡Uf! con trabajo me salió la voz
“¿Pues quién eres tú?” Y contestó: “Soy un monstruo
volátil, una fuerza espiritual. Tengo órdenes estrictas de llevarte
conmigo”. “¡Noooo!, no, no, no... Yo vine de vacaciones, no le
hago mal a nadie. Ahora entiendo por qué sabes lo que pasó, a lo
mejor tú escondiste el cadáver”.
Cuando
terminé de hablar atropelladamente percibí que el botones ya no
estaba y otra vez oí que me llamaban: “Cástulo, Cástulo, termina
de tirar la pared”. ¡¿Qué hago, Dios mío?! En eso oí y vi que
la pared se había derrumbado y dejaba ver un esqueleto femenino.
Casi me desmayo, pero el fresco del amanecer me despejó y exclamé:
“¡Ahí está el cuerpo del delito!”
Corrí
a la administración a informar mi descubrimiento. Las personas que
ahí estaban se sorprendieron mucho y junto conmigo fueron a ver.
Avisaron a la policía y ésta llegó de inmediato. Uno, de pelo
cano, asintió con la cabeza; después de analizar el cadáver
expresó que era la señora que años atrás había desaparecido.
Tras investigaciones ataron cabos y descubrieron que el crimen fue
hecho por el propio esposo, pero él también ya había fallecido. Me
interrogaron: ¿Por qué había roto la cama?, ¿...tirado la pared?
y otras cosas. No me creyeron nada de lo que les conté, pues ni
siquiera existía el botones, aunque tal y como lo describí, el
viejo policía expresó: “Se parece al antiguo propietario”.
Afortunadamente
no me detuvieron. Sólo me mandaron al psicológico y me invitaron a
regresar a mi lugar de origen. Así lo hice. Tomé mi maleta y salí.
Quedaron trabajadores reparando la pared derribada, cambiando el
número del cuarto por 777, y una mucama limpiando todo. Los vi sólo
de reojo, pensando: “¿serán reales?” Y yo me desvanecí como el
humo.
Acerca de la autora
Nelly
Gallardo, nacida en Tapachula, Chiapas, es profesora de educación
primaria y licenciada en Educación con especialidad en Matemáticas.
Tiene
publicado los libros "Cuentos que son puuuro cuento y …algunos
no tanto" y "Mar de Melancolía (Poemas escritos con el
corazón)".
Ha
publicado en las Antologías “Cuando sopla el viento” (2008)
coordinado por la poeta Socorro Trejo Sirvent, “Amanecer” (2011)
editado por el Instituto Amanecer, CONECULTA y CONACULTA, y "Colación
de cuentos (Tardes de café)" (2014) en conjunto con el Grupo
Escritores Tores.
Ha
obtenido el primer lugar en Poesía en concursos del INAPAM a nivel
municipal, estatal y nacional.
Participa
en el programa radiofónico “Hilos de Plata”, en la estación
93.9 FM de Radio Chiapas.
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