Ir al contenido principal

Postales

Karla Soto Schultz

a).- Coyoacán, Ciudad de México. III-XII-MMXVI

Es una tarde fría. Afuera llovizna. El calor que sube de las palmas de mis manos hacia mi alma proviene de una taza de café que atesoro frente a esta ventana. Mis pezones en el cristal han dejado un rastro de luz. En mi mesa me aguarda 2666 de Roberto Bolaño. Abajo, está la plaza, el Jardín Hidalgo. Las personas pasan sin percatarse de mi desnudez. Caminan de prisa para no mojarse. La tarde es gris y sabe a café. En un descuido de la lluvia, los únicos que voltean a verme son los coyotes de la fuente, abandonando su condición de piedra.

b).- Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. VII-I-MMXVII

Me siento a leer en una banca verde de metal del Parque de La Marimba. Está fría. Cruzo mis piernas y el viento ondea mi vestido como una bandera de algún país tropical. Pero le presto poca atención. Estoy en el capítulo final de mi libro favorito, y desde luego se trata de la enésima lectura: “La balada del café triste”, de Carson McCullers. En el otro extremo de la banca se sienta un viejito. De la nada empieza a hacerme la plática. Quiere ligar. Yo le sonrío. Lo único quiero es leer. Él no despega los ojos de mis piernas. Yo de mi libro. En cualquier momento dejo de escuchar sus desesperados intentos de plática. Subo la vista y ya no está. Debe ser un momento de delicia, pero tengo un terrible sentimiento de culpa. Observo los jardines, el kiosco, la gente que empieza a llegar y la marimba a sonar. Pienso en mi propia vejez. Y la culpa es una tarde iluminada por el dolor.

c).- Comitán de Domínguez, Chiapas. XVI-VII-MMXI

El mejor café con leche que he probado me fue servido en el Café Quiptic, dentro del Centro Cultural “Rosario Castellanos”, en el centro de Comitán. Eso jamás lo he puesto en duda. Esa tarde había vendimia de libros de segunda mano. Pedí un segundo café con leche para llevar y fui a dar un recorrido. Vi títulos y autores, mesas, estanterías y en ese lapso una vendedora me confirmó la dulzura de la vida con un chimbo; pero cuando reencontré el libro que por años no volvió cuando lo di prestado, me fue irresistible nuevamente: “El arpa de hierba”, de Truman Capote. Tenía entonces en una mano el libro, en la otra el chimbo y sobre la mesa junto a una colección de García Márquez mi café con leche. Entonces a mi lado, no sé qué tiempo llevaba ahí un niño mal vestido y sucio, en condición de calle supuse, y observaba concentrado las carátulas de los libros. Mis dedos apretaban el chimbo y una gota de miel se deslizó hacia mi escote. El librero me veía fijamente. Yo intentaba limpiarme. Cuando volví a ver al niño, éste se metía discretamente un libro bajo la playera. Alcancé a ver que era uno de Julio Verne, y luego se retiró sin mayor problema, con la total calma de sus escasos años. Y el librero concentrado en mi escote. Entonces, hice como que no vi y miré de nuevo hacia el Café Quiptic, débilmente iluminado y los altos muros de piedra y los arcos. Al llegar al hotel, recordé que sobre la mesa le había dejado al librero el mejor café con leche que había yo probado hasta ese día.

d).- Campamento Chajul, Marqués de Comillas, Chiapas. XII-VIII-MMIX


Amanecía lento. La cabaña inundada de niebla y humedad. Mis compañeros de viaje aún dormidos y yo salí a ver las aguas del río, a fumar un poco. Alguien preparaba café. Alguna nostalgia oculta en mi corazón me hizo llorar. Ignoro el motivo completamente. Pero era un sentimiento muy grande: la devastación de la selva me dolía de muchas maneras que me resultaban irremediables. Conforme fueron pasando los instantes me fui calmando. Me esperaba un día largo de caminata y campismo. Estaba por volver a la cabaña. La sombra del árbol bajo el que estaba era amplia y magnífica. El sol empezaba a asomarse. Una flor que no vi momentos antes estaba ahí entre mis pies. Retrocedí para no pisarla. Me acurruqué frente a ella. Y mi beso y mis lágrimas mojaron sus colores.


Acerca de la autora
Karla Soto Schultz nació el 30 de Septiembre de 1975 en Comitán de Domínguez, Chiapas. Periodista cultural y de la nota roja. Narradora. Actualmente radica en Coyoacán, pero añora profundamente su amada república del pozol, la mistela, el chimbo y el turulete. Todo lo que escribe va quedando en sus cuadernos hasta el momento. Adora el buen café, la marimba, el queso de Pijijiapan, la buena repostería, fumar tabaco turco, caminar por la playa descalza, hacer el amor, la música de Brahms, la voz de Jim Morrison, la poesía de Elías Nandino y la narrativa del Siglo XIX. Prepara su primera novela titulada Sur de luna.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Billie Jean no es mi amante

Hugo Montaño* No negaré haberlo conocido. Fue una tarde cuando, atraído por el ritmo de un bajo hipnótico, llegué hasta la puerta de Melody, mi hermosa y adolescente vecina, quien me dijo: “Te presento a Maicol”. Lo vi entonces, con traje blanco, recostado junto a un tigre. — ¿Y qué oyes? — Biliyín —respondió al tiempo que levantaba la aguja del tornamesa para repetir la canción. Luego agregó: —He decidido que quien quiera ser mi novio tendrá que bailar y parecerse a Maicol Yacson. El ritmo del bajo rebotó en mi cabeza el resto del día. Miré de nuevo al personaje y me dije: “¡Está fácil!”. A la mañana siguiente compraba mi propio acetato en la Discoteca Americana. De regreso a casa un promocional de Pepsi me detuvo: una foto de Jackson en puntas  de pie   , de perfil, con el sombrero clavado y la leyenda “¿Quieres bailar como él? Reúne X cantidad de corcholatas y obtienes un guante plateado. Si reúnes Z cantidad de corcholatas obtienes uno dorado. Sé como Michae

Crónica de un Encuentro esperado

Ney Antonio Salinas II Encuentro de Escritores de Tapachula – AET, A. C. Del 27 al 29 de Abril de 2017 El tiempo encima; yo, bajando de los cafetales, del monte; el mundo avanzando como en cámara lenta, muy lenta, pero el segundero de mi reloj en su marcha hacia el caos iba endemoniado y sin pausa alguna. Entonces eché lo que pude a la mochila: una playera, mis libros, mi libreta de viaje y una pluma Parker que nunca se me despega. Olvidé la cámara; para bien llevaba celular. Olvidé la hora, pero traía el tiempo encima. Olvidé la paz de la montaña; para bien el rigor del sol deshacía mi sombrero. Un último café antes del viaje en un termo: iba corriendo calle arriba para buscar un taxi y los rostros en las puertas y ventanas arracimados de las personas viéndome pasar en medio de la lumbrera del día y mi café en la mano, hirviendo. –Pobre señor, ha de estar enfermito–, dijo una tía. Una señora pues. –¿Café, con este calorón?–, inquirió otro por ahí. Cuando pude abordar un t

Vacaciones

Nelly Gallardo Salí de vacaciones y fui a parar a Brujas, Bélgica, un lugar de mucha historia. Cuando llegué me hospedé en el hotel ”El Tinieblas”. Me asignaron la habitación 666. Cansado, sin más ni más aventé mi maleta y aún vestido me tiré a la cama. No sé si me dormí ni qué tiempo pasó, pero de pronto tuve la sensación de no estar solo. Abrí los ojos y me sobresalté. Vi una sombra que se acercaba a mí. Me paré como un bólido y la sombra lentamente se fue acercando y me decía sin palabras, sólo con su mirada penetrante: no temas, soy un ser fantasmagórico, te llevaré al otro mundo. “¡Ay!”, grité con fuerza “¡Déjame!, ¡déjame!”, pero la malvada me tomó del cuello tan fuerte que en el intento de zafarme me golpeé la cabeza y perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba solo. ¿Cuántas horas pasarían? No lo sé ni quiero saberlo. Salí de la habitación. Me encontré con el botones. Le comenté lo sucedido. Él me dijo, riéndose con sarcasmo, que me asignaron la hab