Ir al contenido principal

Con la otra piel

Sául J. Trejo

El automóvil súper deportivo se desplaza por el montañoso camino. La joven de espléndida belleza apremia al conductor para que acelere, porque disponen de poco tiempo antes de que el sol despunte sobre la cima.

El eco de los caballos mecánicos irrumpe el silencio del amanecer profanando aquel ambiente casi virgen. La niebla cubre todo. Las casas que salpican el paisaje escupen volutas de humo, hace frío. El odómetro marca 160 kilómetros por hora, demasiado para el escaso peralte de la curva que se aproxima. El conductor pisó el pedal del freno y el sistema ABS asistido por el control de tracción y estabilidad mantuvieron al automóvil sobre la cinta asfáltica, quizás un ligero subviraje al salir de la curva que el conductor corrige con un suave movimiento del volante.

La mujer sin ver al conductor, con un movimiento rápido activa el botón de manejo Race situado junto a los instrumentos, exigiendo a la máquina mayor aceleración. Casi al mismo instante sus cuerpos se pegan a los asientos de piel por el impulso del motor de 5.998 centímetros cúbicos. El vehículo cruzó, en segundos, como una saeta la tangente.

Por fin divisan la desviación del camino de terracería que los conducirá al refugio. El hombre desacelera la máquina y con un brusco frenado el Ferrari Enzo sale del asfalto para desaparecer en el bosque y el polvo que levantan los neumáticos. La casa se divisa a trescientos metros de distancia, cuando se aproximan, la mujer acciona el control del portón eléctrico y entran sin detenerse, cerrando a un palmo del parachoque trasero del vehículo, que frenó bruscamente para detener su carrera. Los rayos del sol iluminaron la fachada de la casa pero ya se encontraban en la protectora oscuridad de la construcción. El conductor desconectó el motor y por unos instantes guardó silencio. Observó sus brazos, sus manos y soltó una vigorosa carcajada que se escuchó en la casa. Luego descendió y pasó por detrás del vehículo para ayudar a la bellísima mujer, su largo y entallado vestido negro le dificultaba salir, pero él sin esfuerzo la atrae a sus brazos.

Desiré, enfundada dentro del traje de hombre, sujeta a su acompañante por la cintura, mientras admira sus muslos que asoman por la abertura del vestido y ve en sus profundos ojos negros a Xanón, su eterno compañero oculto en ese cuerpo impoluto. Tomados de las manos entran al lobby, se dirigen hacia la escalera, las cortinas de una ventana están levemente corridas y la luz del sol se filtra tímidamente sobre la superficie de algunos escalones.

¡Maldita sea! —exclama Desiré con aflicción.

Xanón observa inmutable su reacción, encoge los hombros y sujetando el largo vestido sube los escalones esquivando los rayos.



Mil años antes.

Xanón era su nombre astral y el de ella, Desiré, etéreos los dos. Tuvieron una fuerte atracción y desde entonces habían vagado juntos, sin sistemas o vías lácteas que los limitaran, pero extrañaban la sensación terrenal del amor carnal.

En Siria, país donde se encuentran ruinas erigidas bajo el dominio de constructores de imperios llegados desde Roma, Persia, Egipto, Turquía y Babilonia, como la ciudad de Palmira, reliquia romana que data de 2500 años a. C.; descubrieron unos trajes, parecidos a los usados en buceo sólo que estos estaban manufacturados con algo similar a la piel humana, aunque bastante más resistentes, su textura recordaba la poliamida sintetizada.

Eran tres trajes de hombre y tres de mujer, estaban empacados en cajas transparentes, impecables a pesar del tiempo que debían tener. Con ellos había un instructivo que decía: “Trajes reciclables”, escrito en varios idiomas o lenguas desconocidas excepto el arameo que ellos hablaban. Advertía que no se lavara y secara en máquina, que no se tatuara o perforara, mucho menos exponerse a los rayos ultravioletas del sol y debía lavarse diario puesto con agua tibia y jabón: 

“Traje de piel para etéreos hipoalérgicos, no se arruga ni encoge. Ingredientes: Parafina, ciclometicona, estearato de gliserillo, aceites naturales, clon de ADN y células madre humana”.

Usaron dos trajes, Xanón el de hombre y Desiré el de mujer, y salieron al mundo, se mezclaron entre los mortales y disfrutaron de los placeres terrenales. Un día el amanecer los sorprendió y confirmaron que el sol los destruía, perdían su consistencia humana dejando libre al espíritu que contenía.

Decidieron usar el segundo par, ahora Xanón se puso el de mujer y Desiré el de hombre y un siglo disfrutaron de los placeres del hombre y de la mujer.

Una noche bailaron bajo los rayos de la luna Xanón y Desiré o Desiré y Xanón, que importa, hicieron el amor bajo los influjos de la pasión, se fundieron uno al otro, ella voluptuosa, libre como el meteoro que viaja por galaxias y él fue arrastrado perdiéndose en las figuras eróticas que formaban sus cuerpos desnudos. Desearon que el tiempo transcurriera como una rueda sin control, hundiéndose cada vez más en el dulce gozo, que se expandía hasta explotar en un grito de placer, de triunfo, perdiéndose en el infinito, en el oleaje profundo vital de un océano inexplorado de placer, del orgasmo de dos seres etéreos inmortales. Entonces perdieron la noción del tiempo y amaneció…


Ahora quedaban únicamente dos trajes, debían evitar que el sol les dañara y así pasaron siglos. A veces intercambiaban sus trajes, según sus antojos.

En la intimidad de la oscura recámara, dos seres de luz se entrelazan y vagan por el espacio etéreo, paralelo al de los mortales, mientras en el suelo de madera, dos envolturas amalgamadas permanecen inertes, esperando la noche.

Acerca del autor
Saúl J. Trejo Gordillo, ingeniero Civil, nació en Tuxtla Gutiérrez en febrero de 1952. Ha incursionado en el cuento, la novela y el teatro. Ha escrito más de ciento cincuenta cuentos cortos, ha editado el cuento para niños de nivel preescolar: Sapito Sapeto, los libros de cuentos cortos: Con la Otra piel y Colación de cuentos, las obras de teatro: El Ropero alcahuete, la Sonrisa de Iris, Mamá en calcetas, el Nini tampoco, Los enredos de Modesta y Tango para tres, de las cuales ha producido las primera tres, así como las novelas: Seducción, Anselmo y Tango para tres (novela).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Billie Jean no es mi amante

Hugo Montaño* No negaré haberlo conocido. Fue una tarde cuando, atraído por el ritmo de un bajo hipnótico, llegué hasta la puerta de Melody, mi hermosa y adolescente vecina, quien me dijo: “Te presento a Maicol”. Lo vi entonces, con traje blanco, recostado junto a un tigre. — ¿Y qué oyes? — Biliyín —respondió al tiempo que levantaba la aguja del tornamesa para repetir la canción. Luego agregó: —He decidido que quien quiera ser mi novio tendrá que bailar y parecerse a Maicol Yacson. El ritmo del bajo rebotó en mi cabeza el resto del día. Miré de nuevo al personaje y me dije: “¡Está fácil!”. A la mañana siguiente compraba mi propio acetato en la Discoteca Americana. De regreso a casa un promocional de Pepsi me detuvo: una foto de Jackson en puntas  de pie   , de perfil, con el sombrero clavado y la leyenda “¿Quieres bailar como él? Reúne X cantidad de corcholatas y obtienes un guante plateado. Si reúnes Z cantidad de corcholatas obtienes uno dorado. Sé como Michae

Crónica de un Encuentro esperado

Ney Antonio Salinas II Encuentro de Escritores de Tapachula – AET, A. C. Del 27 al 29 de Abril de 2017 El tiempo encima; yo, bajando de los cafetales, del monte; el mundo avanzando como en cámara lenta, muy lenta, pero el segundero de mi reloj en su marcha hacia el caos iba endemoniado y sin pausa alguna. Entonces eché lo que pude a la mochila: una playera, mis libros, mi libreta de viaje y una pluma Parker que nunca se me despega. Olvidé la cámara; para bien llevaba celular. Olvidé la hora, pero traía el tiempo encima. Olvidé la paz de la montaña; para bien el rigor del sol deshacía mi sombrero. Un último café antes del viaje en un termo: iba corriendo calle arriba para buscar un taxi y los rostros en las puertas y ventanas arracimados de las personas viéndome pasar en medio de la lumbrera del día y mi café en la mano, hirviendo. –Pobre señor, ha de estar enfermito–, dijo una tía. Una señora pues. –¿Café, con este calorón?–, inquirió otro por ahí. Cuando pude abordar un t

Vacaciones

Nelly Gallardo Salí de vacaciones y fui a parar a Brujas, Bélgica, un lugar de mucha historia. Cuando llegué me hospedé en el hotel ”El Tinieblas”. Me asignaron la habitación 666. Cansado, sin más ni más aventé mi maleta y aún vestido me tiré a la cama. No sé si me dormí ni qué tiempo pasó, pero de pronto tuve la sensación de no estar solo. Abrí los ojos y me sobresalté. Vi una sombra que se acercaba a mí. Me paré como un bólido y la sombra lentamente se fue acercando y me decía sin palabras, sólo con su mirada penetrante: no temas, soy un ser fantasmagórico, te llevaré al otro mundo. “¡Ay!”, grité con fuerza “¡Déjame!, ¡déjame!”, pero la malvada me tomó del cuello tan fuerte que en el intento de zafarme me golpeé la cabeza y perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba solo. ¿Cuántas horas pasarían? No lo sé ni quiero saberlo. Salí de la habitación. Me encontré con el botones. Le comenté lo sucedido. Él me dijo, riéndose con sarcasmo, que me asignaron la hab