Hugo
Montaño*
No
negaré haberlo conocido. Fue una tarde cuando, atraído por el ritmo
de un bajo hipnótico, llegué hasta la puerta de Melody, mi hermosa
y adolescente vecina, quien me dijo: “Te presento a Maicol”. Lo
vi entonces, con traje blanco, recostado junto a un tigre.
—¿Y
qué oyes?
—Biliyín
—respondió al tiempo que levantaba la aguja del tornamesa para
repetir la canción. Luego agregó: —He decidido que quien quiera
ser mi novio tendrá que bailar y parecerse a Maicol Yacson.
El
ritmo del bajo rebotó en mi cabeza el resto del día. Miré de nuevo
al personaje y me dije: “¡Está fácil!”.
A la mañana siguiente compraba mi propio acetato en la Discoteca Americana. De regreso a casa un promocional de Pepsi me detuvo: una foto de Jackson en puntas de pie , de perfil, con el sombrero clavado y la leyenda “¿Quieres bailar como él? Reúne X cantidad de corcholatas y obtienes un guante plateado. Si reúnes Z cantidad de corcholatas obtienes uno dorado. Sé como Michael Jackson y disfruta la vida”.
Me
vi en el cartel con el guante dorado, luego imaginé un ejército
caminando alrededor mío al ritmo de Billie Jean.
Pronto descubrí que reunir X o Z cantidad de corcholatas no sería fácil, menos ejecutar el backslide. Mientras comenzaba a resignarme mi mejor amigo apareció con un guante dorado en la mano derecha.
—¡No
mames! —le dije—, ¿a poco juntaste las X corcholatas?
—Nel,
no me dejan tomar chescos. Mi mamá lo hizo de un guante viejo. Sólo
le cosió chaquiras y mira. Apantalla, ¿verdad?
De
inmediato pensé en Melody, en el bajo hipnótico de Billy Jean y en
el guante dorado. Fui a casa y conseguí uno que mi hermana usó de
bastonera, una reliquia para ella por no sé qué maldita razón.
Luego fui con mi madre y le dije la idea. Cuando terminé me quedó
viendo, seria, para decir:
—¿Tienes
idea de cuántas chaquiras hay que coser en ese pedazo de guante?
¿Crees que tengo tiempo?, ¿que hago los quehaceres del día con el
talón? Mejor vete antes de que te agarre a chanclazos. ¡Y pobre de
ti si no terminas la tarea, porque te hago bailar igual al vago ese,
pero a cinturonazos!
Derrotado, me fui a jugar futbol con los cuates de la cuadra. Al llegar al campo vi que la gran mayoría rodeaba a mi mejor amigo quien, vestido de negro, arrastraba sus zapatos de charol sobre la arena, deslizándose hacia atrás como el tal Jackson. Carlos, recargado en un árbol de mango, reía divertido al tiempo que me decía: “Miralo, vos, qué manera tan pendeja de chingar sus zapatos”, y volvió a reír mientras se atragantaba unos doritos.
—¿A
vos te gusta ese verga del Jackson? —me preguntó.
Dudé
un momento, luego apunté:
—Nel,
a mí me gusta el Rock en tu idioma.
Carlos
dejó de masticar, me miró unos segundos y luego estalló en
carcajadas.
—¡Uta,
mano! ¡Vos tas más jodido que aquél! Miralo. Pasá mañana por mi
casa, te voy a enseñar un disco bien chingón. ¿Ya escuchaste
Welcome home
sanitarium?
—¿Metallica?
Mmm..., tas de la chingada.
Me
despedí de Carlos y regresé a casa. Terminé de asear el cuarto y
realicé mi tarea de inglés con la traducción, nada más y nada
menos que de Billie Jean. ¿Y Melody? Escuchando el nuevo disco de
Madonna; demasiado para mí.
Acerca
del autor
Hugo
Montaño (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; 1973). Colabora ocasionalmente
en revistas impresas y digitales. Ha publicado un libro de cuentos:
"Billie Jean no es mi amante" (Almada broders 2012;
Conaculta-Coneculta, 2015) y en un par de antologías. Es mediador
del Programa Nacional de Salas de Lectura, atiende un taller gratuito
de escritura experimental en la Biblioteca Pública Central desde
2014, en Tuxtla Gutiérrez y en El Ingenio, proyecto de Germinalia
A.C., en San Cristóbal de Las Casas, además da charlas y talleres
en escuelas de cualquier nivel.
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