Rebeca Ruiz Riveroll
En
el inicio del mundo, años atrás, cuando apenas en la tierra surgía
la vida, hombres y mujeres se unieron y del vientre de éstas nació
la inocencia.
Los niños eran los
preferidos de la Madre Tierra, porque con sus risas crecía la
pochota.i
Cada vez que jugaban y saltaban sobre la tierra, hacían surgir
cerros. Sin embargo, cuando lloraban brotaba sobre las cortezas de
troncos y ramas un líquido rojizo que después de un tiempo lograba
endurecerse como si fuera una piedra. Las madres, angustiadas por los
llantos de sus hijos, recolectaban de cada guapinolii
todas las lágrimas endurecidas y las ponían en la entrada de sus
casas para alejar a los nahuales.iii
A diferencia de otras mujeres que utilizaban las piedras para hacer
pulseras y colgárselas a sus recién nacidos con el fin de
protegerlos contra “el mal de ojo”,iv
otras madres decían que los sollozos de sus hijos no eran más que
pedacitos de mar, y para estar en paz hacían collares con las
piedras y las ofrecían al espíritu del océano.
Los
ciclos avanzaron hasta que una noche friolenta, Xaahilv
se encontraba contemplando el cielo. Suspiraba, embelesada por el
resplandor de una estrella. De pronto, a lo lejos se escuchó el
llamado de su madre:
—
¡Xaahil!
La
niña no parecía escuchar. La mamá desesperada decidió ir en busca
de su hija. Justo a unos cuantos metros vio a la niña de cabello
negro con la mirada puesta en el cielo.
—Xaahil,
hija, ¿te gusta cómo brilla, verdad?
—Sí.
¡Cómo me gustaría vivir dentro de ella! Algún día lo haré.
La
madre acariciándole la cabeza le dijo:
—Xaahil,
no puedes vivir dentro de una estrella.
—Sí
puedo, porque mi tatikvi me
dijo que si soy niña buena iré allá con ella —dijo Xaahil
señalando con su mano izquierda al lucero.
La
mamá la tomó entre sus brazos y le murmuró al oído:
—Ay,
mi florecilla, es momento de que le prestes tus ojos a la Señora Noche.
Anda, vámonos.
Conforme
iban caminando sus figuras se fueron dispersando hasta desaparecer
por completo. Al otro día, sobre la mar flotaban collares rojizos.
Las mujeres no comprendían a sus dioses. Los tatiks estaban sentados
en círculo sobre la arena buscando una respuesta.
Llegó
la noche. Niños, mujeres y hombres se reunieron en el Mactumatzá,vii donde
veneraban a sus dioses.
Uno
de los tatik tomó la palabra:
—Xaahil
y su madre ya no están aquí —dijo el anciano con un ademán de la
mano derecha, señalando la tierra—. La Madre Tierra nos explicó
que un lucero estaba a punto de morir, pero Xaahil quiso darle la luz
de sus ojos. Vean todos al cielo, allá está.
Y
todos vieron cómo una estrella titilaba queriéndoles decir “hola,
soy feliz”.
El
tatik tomó una rama de un viejo árbol y volvió a hablar:
—Ahora
el espíritu de Xaahil vive en los árboles. Ella nos regalará la
luz, vean cómo nace.
Todos
observaron que en aquella rama brillaban botones amarillos. Era la
resina que ya conocían, sólo que ahora había cambiado de color.
Y
desde entonces a la resina que nace del guapinol se le conoce como
flor de ámbar, o simplemente…“ámbar”.viii
ii El
árbol de guapinol es muy común desde México hasta la cuenca del
Amazonas, pasando por todas las islas de las Antillas. Muestra
preferencia por suelos ubicados a lo largo de los valles estrechos
adyacentes a los cauces de los ríos.
iii Según
las tradiciones indígenas, al
momento de nacer las personas quedan bajo la guía y cuidado del
espíritu de un animal. Estos espíritus son los llamados nahuales.
iv El
mal de ojo es una creencia popular según la cual una persona puede
dañar a otra sólo con mirarla. Los
síntomas de este embrujo serían cansancio, adormecimiento, pesadez
o tristeza que terminan enfermando gravemente a la víctima.
viii Resina
vegetal
proveniente de los bosques de coníferas. Del árabe ámbar:
“lo que flota en el mar”.
Acerca
de la autora:
Rebeca
Ruiz Riveroll es creyente de la letra sagrada y de los cuentos de
Mario Benedetti, ama la complejidad del hombre y detesta la soledad.
Nace en la tierra donde florece la ceiba, Tuxtla Gutiérrez; Chiapas
en 1982. Por convicción comienza a estudiar Lengua y Literatura en
la UNACH y finaliza sus estudios en la Universidad Veracruzana.
En
el 2010 decide iniciar una maestría en el Centro de Estudios
Superiores de México y Centroamérica. Fue beneficiaria del Programa
de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Chiapas en
2014, en la categoría de jóvenes creadores.
Para
ella la retroalimentación es primordial, por lo que ha impartido
talleres de narrativa infantil en diversos municipios de su estado.
Fue catedrática de la UNICACH, así como en diversos colegios de
Tuxtla Gutiérrez. Participó como editora en la revista Body and
Health .
Cuentos
y poemas suyos han sido editados en impresos locales como Código
Sur, Pregón 7 y el Independiente de Chiapas, así como en
publicaciones electrónicas como Mundo Poesía y Almiar (Margen
Cero). En el 2016 publicó su libro de cuentos “De nuevo soy
atea”.
En
la actualidad es catedrática de la Universidad de los Altos de
Chiapas, y por supuesto... intenta, ya no escribir tantas mentiras.
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