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Crónica de un Encuentro esperado

Ney Antonio Salinas

II Encuentro de Escritores de Tapachula – AET, A. C.
Del 27 al 29 de Abril de 2017

El tiempo encima; yo, bajando de los cafetales, del monte; el mundo avanzando como en cámara lenta, muy lenta, pero el segundero de mi reloj en su marcha hacia el caos iba endemoniado y sin pausa alguna. Entonces eché lo que pude a la mochila: una playera, mis libros, mi libreta de viaje y una pluma Parker que nunca se me despega. Olvidé la cámara; para bien llevaba celular. Olvidé la hora, pero traía el tiempo encima. Olvidé la paz de la montaña; para bien el rigor del sol deshacía mi sombrero. Un último café antes del viaje en un termo: iba corriendo calle arriba para buscar un taxi y los rostros en las puertas y ventanas arracimados de las personas viéndome pasar en medio de la lumbrera del día y mi café en la mano, hirviendo. –Pobre señor, ha de estar enfermito–, dijo una tía. Una señora pues. –¿Café, con este calorón?–, inquirió otro por ahí. Cuando pude abordar un taxi, el chofer me veía de arriba abajo y fijando su mirada en mi termo de café (el termómetro arañando los cuarenta y tantos grados, copiosos sudores), me dijo la tarifa y sin más a rodar por los incandescentes rumbos de San Fernando a Conejolandia.

Entrando a Tuxtla Gutiérrez pude darme cuenta que no alcanzaría al autobús. Un accidente de camino, semáforos en rojo, se apagó dos veces el taxi. Para entonces el stress y la prisa habían venido degradándose. La resignación fue llegando. Recordé que una vez, un campesino me dijo, las únicas personas que tienen prisa son de dos tipos: el desahuciado y el pendejo. Entonces, atendiendo a la sabiduría campesina, pensé; en la primera no estoy, aunque medio maltratado pero aún me responden bien estos cien kilates de literatura, jazz y rock and roll. Por lo otro, sólo se me hizo tarde, no fue para tanto.

Por una no tan módica cantidad me asignaron nuevo boleto, asiento y salida. Destino: Ciudad de Tapachula de Córdova y Ordoñez. Objetivo: II Encuentro de Escritores de Tapachula. Pasaban de las 15:00 horas. Ni el café de mi termo, ni el café rancio que ofrecen en el autobús pudo con el cansancio. Soñé que las lecturas del encuentro eran por la noche, junto a la playa, fuego y vino, Dionisio y Baco en la misma quimera. Dormí. En mis sueños vi ese letrero que dice “Buen viaje, pronto retorno” y otro que decía “Duerme, duerme…”

Habíamos pasado Huehuetán, casi llegando. Me despertó el grito de un septuagenario que le imprecaba a un joven de amplias carnes mal dispersas y escasos modales que se dirigía al baño: –oí chito, fíjate pué por donde vas, me podés desconyuntá mi canía con tu librillo…

Eran las 21:00 horas del día 28 de Abril de 2017. Paty Fonseca me decía en un mensaje que podía llegar a la presidencia municipal, en el centro. Que aún llegaba a lo último de la ceremonia de premiación de la novela “Anoche mataron a mi nahual” de Ornán Gómez. Fui el primero en bajar del autobús y salí corriendo a conseguir taxi. Y llegué. Gerardo Torreblanca dirigía entonces el mensaje de despedida, de agradecimiento al público y se congratulaba que la literatura, pese a los tiempos que vivimos, sigue siendo motivo de reunión, de crecimiento y regocijo. Entre los presentes reconocí al buen poeta Ulises Córdova, me presentaron a la hermosa periodista Estrellita Trujillo, al buen amigo Torreblanca, al distinguido doctor/escritor Chau Chang y a la periodista Claudia Sánchez. Conocí al autor galardonado y estreché su mano. Saludé a mis camaradas de grupo, “La voz en-Tinta”: Paty Fonseca, Santana García y Nelly Gallardo. Alguien me saludó a lo lejos con una sonrisa de calidad cinematográfica, pero no reconocí quien era.

Nos movimos al lugar de los hechos nocturnos: la cena. “Mi Café”, frente a la facultad de ciencias químicas de la UNACH. Conforme fueron llegando los asistentes al encuentro se fueron acomodando; mucha galanura, elegancia y porte. Un buen cantante hacía gala de su arte con el sonido, el micrófono y una laptop. Talento puro. Rancheras, cumbias, boleros y danzones. Cuando iba entrando el poeta Ulises Córdova, (saco lila, corbata negra, camisa blanca, pantalón negro, melena leonina, anteojos de pasta, bigotillo francés y barba española: todo elegante, un caballero armado de garbo y poesía) alguien dijo por ahí: –míralo vos, ¿quién será ese colocho?, ¿no será Bunbury?, hay que decirle que se aviente esa de “Lady Blue” o la de “Sácame de aquí”, están bien llegadoras esas– A lo que una dama le replicó: –¡Si serás totoreco, es el poeta Ulises Córdova, así es él de elegante, déjate de chingaderas, ahí que te oiga “vajavé!– El menú: crema de papa, agua de fresa que pedía a gritos unas gotitas de vodka, pollo a la cordon bleu, ensalada de lechuga, zanahoria y betabel, de postre un pay de limón.

Terminada la cena, Paty Fonseca, Nelly Gallardo y el buen Torreblanca habían abierto pista y la algarabía llenaba el lugar. Prendieron mecha, hasta al buen Santana García hicieron bailar el paso del titiritero, porque a él sólo se le da el tango, lo dejó muy en claro. Lo “jalotió” al centro de la pista la actriz Hasey Harumy Yong. Y a mí me “jalotió” la escritora Nelly Gallardo. Poco antes, ella me había arrebatado mi sombrero y lo lucia realmente magnífico junto con su alegría por la vida y su talento en el baile. Yo, con mis dos pies izquierdos, parecía que con un pie juntaba las hormigas y con el otro las mataba. Patético.

En medio del baile me fue presentada la talentosa actriz Hasey Harumy; fue hasta ese momento en que reconocí su sonrisa con calidad cinematográfica con la que me había saludado en el lobby de la presidencia municipal. Confirmé pues que esa calidad cinematográfica amerita un Óscar, como mínimo o un BAFTA. Poco después, la mazorca se fue desgranando. Uno a uno empezó a abandonar el café. Fotos y abrazos, buenos deseos y hermosas despedidas, de esas que no te hacen llorar. Santana y yo pedimos café, pero el mesero dijo que no tenían café. Mi amigo escritor se me quedó viendo como si fuera el fin del mundo; en medio de una zona cafetalera, adentro de un café, en una velada literaria y ¡no había café! Debía ser el fin del mundo.

Abordamos un taxi: dejamos a Paty Fonseca con una su amiga y jalamos en silencio al hotel San Francisco, Santana, Nelly y yo. Las calles desiertas y en silencio. Algunos rostros lastimeros, otros patibularios. Llegamos al hotel. Nelly se dirigió a su habitación tarareando una canción, feliz. Santana y yo compartimos habitación, era hora de revisar una última vez los textos de presentación y de lectura del día siguiente. Caí fulminado de cansancio. El buen Santana seguía leyendo (muy dedicado el muchacho), y alcancé a escuchar a lo lejos que me decía: –todas las historias de tu libro parecen reales, como que te ocurrieron a ti no importando que sean ficción, no tienes argumentos contra ello…

Amaneció: un baño a la rápida. Y al desayuno buffet. Eran las 08:30 horas del 29 de Abril de 2017. Restaurant del Hotel San Francisco. Nelly, Santana y yo, degustando los chilaquiles y huevos fritos que nos trajeron de vuelta a la vida. Subimos por las cosas y a refrescar los dientes. El taxi se lo hizo en pocos minutos del hotel al Planetario del Colegio de Bachilleres, lugar de los hechos literarios.

El calor a todo lo que daba. En el lobby unos danzantes se preparaban para un espectáculo de bailes y música prehispánicos. Olor a sahumerio y copal. Adentro, una exposición de pintura. Turistas, en su mayoría estadunidenses, recorrían los pasillos y los cuadros. Un guía esforzaba su inglés a fin de darse a entender en las palabras de origen maya o regional. Y al final del pasillo, el lugar donde sería la lectura de grupo y la presentación de mi libro “El retorno y otras nocturnidades”. Había sillas, una mesa, un equipo de sonido arrinconado y nada más. Nos salió a recibir Óscar Ballinas, un buen hombre que dijo ser el director del planetario. Nos trató de las mil maravillas. Y quedamos en hacer tiempo. El buen Torreblanca corriendo con los detalles. Alguien había fallado en la instalación del equipo, las letras, el micrófono, todo. Torreblanca era un huracán corriendo y verificando que nada faltara. Santana, Nelly y yo decidimos tomar algo en el changarro de enfrente: café, desde luego.

No sé exactamente en qué momento se acercó un caballero, ya maduro pero bien educado, que nos invitó a pasar al auditorio del Planetario; allí se llevaba a cabo un evento sobre los derechos de la mujer o de violencia intrafamiliar, algo así. Dijo que podríamos usar el espacio en cuanto ellos terminaran, que no les llevaría ni veinte minutos. Que para animarnos ahí había “coffee break” para alegrar el alma dijo, sonriente. Y entramos al auditorio los que allí nos hallábamos, incluso dudando de si fuera a realizarse el evento. Se habló de una conspiración de algún servidor público, de alguna burocracia añeja, el caso es que la atención institucional fue precaria y por omisa, ofensiva. Entonces, resultó que dicho evento del auditorio tenía tintes políticos: y fue Paty Fonseca la que nos centró en la realidad del asunto y nos dijo muy encabronada, que debíamos defender el espacio literario que era el nuestro, y que aunque solamente una persona hubiera, a esa persona debíamos leerle. La dignidad del artista, la ética del escritor, el compromiso del arte por el arte. Y así fue. Nos instalamos en nuestro rincón entre todos; Torreblanca corría para un lado y otro, la Asociación de Escritores de Tapachula, puede presumir de tener un presidente de gran calado.

Pasaba del mediodía, y las lecturas arrancaron. Presentamos al grupo de narradores “La voz en-Tinta” conformado por Paty Fonseca, Santana García, Nelly Gallardo y un servidor. Nos presentamos así:
Por los que se pregunten quiénes somos… Aclaramos que llegamos a este terruño con las mejores intenciones, que no se ofrece ninguna recompensa por nuestras cabezas ni que venimos huyendo de alguno que otro escándalo ni de deudores diversos. Estamos aquí para crear lazos duraderos entre los narradores que así lo deseen, amigos y compañeros de letras hermanados por la tinta y la palabra. Estamos aquí por la palabra, por la narrativa que habita en estas latitudes; acercar al lector a la narrativa chiapaneca, crear vínculos entre los que nos dedicamos a esto, posicionar a Chiapas en la literatura nacional y en otras latitudes como un tema universal que tiene mucho por contar.”

Nelly Gallardo se llevó las palmas, su lectura cautivó al público, con la historia de ese punto que en la adolescencia se rebeló a su padre (el punto final) y se hizo un peinado punk, y que en vez de punto, parecía un asterisco. Santana García, nos deleitó con la lectura de sus textos aztecas, adelanto de sus novelas por venir. Y un servidor que leyó una historia de la tierra tapachulteca, “Mara, regresa”, y no se trata de la pandilla fiera esa, de la que habla el personaje. Paty Fonseca, caminó en silencio con sus “Letras andarinas”. Nelly Gallardo tenía boleto de regreso con hora fijada, por lo que se tuvo ir. Ninguno de nosotros quería que nos abandonara.

A continuación se presentó el libro “El retorno y otras nocturnidades” de mi autoría. Santana García hizo uso de la palabra galana para presentar el libro y sus ramificaciones. Un volumen concebido como relatos que se desarrollan todos en la noche. Los escenarios por los que se mueven los personajes son Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de Las Casas, el Puerto de Veracruz o alguna universidad en el extranjero. El libro como tránsito entre la cordura y la locura, la noche y el silencio, el fuego y la muerte. Y así, para finalizar, el autor leyó el texto “¿Cómo se dice adiós en alemán?”
El buen hombre de nombre Óscar Ballinas nos invitó a una proyección a la sala audiovisual del Planetario. Una película animada que hablaba de la “Patrulla de Zula” y una más que mostraba las causas y consecuencias de la contaminación lumínica. El daño que le hace a la fauna silvestre y al sentido de orientación de las especies migratorias, incluida el Hommo sapiens depredadorus.

Llegó la hora de la comida. Y los amables organizadores del encuentro nos llevaron a comer a la Finca La Yerbabuena, de la buena amiga Becky Hackeber. Hermosa y amable anfitriona, mecenas de oro e ilustrada dama, miembro activo y aliada de la AET. Pollo horneado, salsa de lujo, pasta y sopa, empanadas de macabil, delicia pura y compañía de lujo: organizadores, miembros de la AET, Becky reluciente, divertida y culta. Ni Gertrude Stein puede presumir de tanta bondad y tanta magnificencia. Desde aquí, un agradecimiento sincero por su amabilidad y hospitalidad literarias y literales.

En la plática se rumoró una conjura de ciertas instituciones gubernamentales para despojar de credibilidad y difusión al encuentro. Pero nada pudo la conjura contra el buen humor de los asistentes. Como dijeran en mi pueblo, panza hacía falta para probar todos esos manjares servidos a la mesa más fraternal y literaria de Tapachula. Óscar Ballinas llego al último, se pasó hacia Huehuetán, hubo que ir por él, Torreblanca y la maestra Yolanda López Ordaz, quien pronto nos presentará su novela y su talento. La poeta Mónica Zepeda, encantadora y talentosa, Estrella Trujillo, divertida y planeando su muy próximo libro, el maestro Chau Chang de mirada atenta e inteligente departía con el escritor Santana García. El buen tiempo transcurrió rápido, como todo lo bueno y sólo al final, Becky se sentó a comer. La plática seguía muy buena, hasta que alguien dijo, apúrense pué “pichis” porque viene la presentación del Ulises y hay que estar puntual. Salimos con el cargo de conciencia de no acompañar a Becky un poco más.

De vuelta en el Planetario: el auditorio a punto y todo instalado. Las letras AET sobresalían sobre un fondo blanco tras la mesa principal. Y fue llegando el público, caras conocidas y otras no tanto. Luego los codazos, ya llegó Ulises, murmuraban. El tipo más elegante de la sala entraba saludando a todo mundo. Rompiendo el hielo, esa barrera ridícula que se ha impuesto artificiosamente entre poeta y pueblo, Ulises la derribaba con un buen apretón de manos, una sonrisa, un comentario inteligente. Vestía saco azul marino, un broche en forma de barco excelente, pantalón blanco y sus anteojos de pasta. Antes de empezar la lectura, me lancé a comprar su libro: “La vuelta al mundo en 80 camas”.

Torreblanca llamó a la compostura a la multitud literaria y empezamos. La joven y bella poeta Mónica Zepeda hizo los honores de presentación del libro, haciendo gala de elocuencia, manejo del lenguaje e imagen poética. Posteriormente, el poeta Ulises Córdova, explicaba la estructura y contenido de su libro, haciendo gala de inteligencia, sensibilidad artística y mostrando por qué se le antepone a su nombre el noble adjetivo de “poeta”. Epígrafes todos de mujeres poetas. Imposible que se haya acostado con todas explicaba, Sor Juana Inés de La Cruz, por ejemplo. Más que lectura de poemas, se trató de un concierto de poesía. Me quedo con la cama 54: yo tendría la edad de la primera aparición de la muerte / y sin embargo apenas escribía mis primeras lágrimas / con los errores ortográficos propios del dolor, de la primera vez. Y de la rabia. Tuve el honor de ser el primero en la sala al que le firmara su libro: sus páginas y su tinta forman ya parte imprescindible de mi biblioteca personal. Pude hacerme con el libro “Cuentos a la carta” del doctor Chau Chang. Exquisito volumen de historias.

Para cerrar el evento, el concierto del pianista venido de algún planeta virtuoso, Ulises Eliseo, retoño del gran poeta Ulises Córdova. Yo no soy experto en música y la disfruto muchísimo, pero sí sé y debo decir que es la primera vez que escucho a un músico de este calibre. Un joven que nos presenta su primer disco, Opus 1. Nos muestra la música clásica pero con su toque especial de moderno Ícaro que ha robado fuego y altura a los dioses de la música. Nada mejor para cerrar una gran velada. Todo mundo buscaba entre la multitud a la actriz Hasey Harumy Yong, para felicitarla o saludarla, en virtud de su excelente presentación el día anterior. Nadie supo decir si llegaría. Todos confirmaron que no estaba. Y sí, había un vacío dijeron.

Pude intercambiar libro con el Teniente de La Mar y exquisito narrador, Jorge Chang (El mágico número 4), adquirir el de Mónica Zepeda (Si miento sobre el abismo) y estrechar cada mano, de cada persona en esa sala. Las fotos dan testimonio de lo imborrable.

Al salir del lugar, nos dirigimos con los escritores hacia algún lugar de la noche a remediar un poco el hambre que había vuelto ya. Al salir en el coche del Dr. Chau vimos a lo lejos al poeta Ulises tomar fotos a su hijo, y la noche le respondía desde las alturas con sus buenas constelaciones.

Se juntaron cinco mesas, se pidió la comida, Ulises Córdova dio la bendición y el agradecimiento por los alimentos. Torreblanca estaba feliz, la maestra Yolanda radiante, Estrella Trujillo escribía un poema en su mente al fumar de esa forma tan elegante. La gente pasaba por la calle viendo a ese conjunto variopinto de personas que reían a gañote tendido y comentaban sobre libros, presentaciones, planes y proyectos a futuro. Omar Kim tenía la batuta de la conversación amena y divertida. A Estrella y Ulises les dieron un entre sabroso las hormigas que tenían su madriguera bajo un árbol de benjamina junto a su mesa.

La voz en-Tinta, ya triste por la cercana despedida y el traqueteo del viaje de regreso, agradecimos a los organizadores y alcancé a hacerme del libro del buen Torreblanca: “Curso práctico de oratoria”.
Paty Fonseca y Santana García se fueron por un lado. Yo por otro, hacía la terminal de autobuses. No nos queríamos despedir. Alcancé a firmarle mi libro al buen Ulises. Me dio un aventón el asistente del buen poeta coleto. Quedaron en la mesa Torreblanca, Ulises, Ulises Eliseo, Kim y en el aire el rastro de las risas y voces de los narradores allí felices comensales, ya nostálgicas ausencias. Estrella Trujillo también salió volando, por alguna urgencia familiar.

Era como despedirse de la familia, abandonar la mesa precipitadamente por razones ajenas al itinerario de la querencia literaria.

Era imposible no sentir nostalgia al ir en el asiento del autobús. La sensación de que algo se ha perdido y algo se ha ganado. El deseo de continuar esa alegría de la mesa, la buena plática, la buena lectura.

Se trató de un encuentro esperado por la sencilla razón de que fue un escenario donde brilló el arte; poesía, narrativa, teatro, música. No fue un desfile de egos malsanos, inflados y dañinos, tribus sectarias o clanes perversos. Se trató de un espacio breve de tiempo para conocer a gente valiosa que lo da todo por el arte sin esperar recibir dádivas del poder político corrupto que nos envenena como sociedad y como escritores hoy en día. Permanecer apático, indiferente ante lo que el mundo nos plantea, no sólo es crimen, sino complicidad vil con ese poder. Suplicar y mendigar el “apoyo” que no son más que los recursos públicos administrados por un político que normalmente no cursó ni la educación primaria (aunque tenga colgado su cartón de la universidad), pone en riesgo al “gestor” de convertirlo en limosnero en su propia casa. Este encuentro nos demuestra que con recursos propios, amor verdadero por la literatura e iniciativa se pueden lograr las cosas.


Sentado aquí, en mi estudio, atesoro los libros que llegaron a mí en este encuentro y comprendo que en estos breves espacios de tiempo, en un lugar determinado, podemos coincidir todos los autores y artistas, los buenos momentos, la buena comida y la alegría. Lo que sigue es más trabajo, más lectura, la firme consolidación de lo que será una obra de vida, una obra literaria. El encuentro termina, con nostalgia y con alegría, pero todo se va a ese lugar luminoso de la memoria, al recuerdo, a la foto, a las memorias escritas, al camino del escritor. Al momento irrepetible. Pero al final, todos nos vamos; nos quedan los libros.



Acerca del autor
Ney Antonio Salinas es narrador chiapaneco nacido en Tiltepec, Mpio. Jiquipilas. Ingeniero Agrónomo de profesión y escritor de corazón, Ney Antonio se inició en la lectura narrativa con autores como Salgari, Verne, Hemingway y Poe. Ha sido miembro de diversos talleres literarios en México. Cuenta con publicaciones en diversos medios impresos, desde revistas literarias hasta semanarios en reseñas, cuento, relato y poesía; así como en diversas revistas literarias del país, suplementos culturales y espacios digitales. Ha realizado estudios en Canadá, España y Cuba. Es autor del volumen de cuentos "El retorno y otras nocturnidades" (Porrúa 2013). Funge como miembro activo del comité organizador de La voz enTinta.

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